Hace un par de semanas caminaba por la finca con dos ayudantes después de un día de trabajo, limpiando la “cosecha” de abundante hierba que este aciago año nos ha traído.
Paramos un momento a comentar los movimientos a seguir cuando unos maullidos histéricos que procedían del otro extremo del largo cercado nos sorprendieron por su intensidad. Miramos hacia el punto donde se originaban y vimos un pequeño felino que corría en nuestra dirección como si le persiguiera una docena de perros. Jadeante llegó hasta donde estábamos y se planto ante mí chillando de forma exigente sin arredrarse. Siempre he tenido en mi mente que los pequeños felinos son asustadizos y tímidamente rehúyen a los humanos. Este no sólo era pequeño sino flacucho, al que sólo se le veían los ojos.
Samuel, uno de los chicos, gran conocedor y amante de los animales dijo:
–Es chiquitito y debe estar muerto de hambre. Seguro que ha perdido a su madre.
Mientras, el gatito seguía reclamando atención dirigiéndose a mí con decibelios que para sí quisiera el Womad.
–¿Y a mí qué me cuentas?-dirigiéndome al minino-¿No tengo ya bastante con los gallos, las gallinas, los pollitos, los conejos, las perdices, los cernícalos, la carpa del estanque, los pajaritos, los perros asilvestrados, los ratones y alguna que otra gaviota loca que llega desde el mar? A mí ni me mires.
Ni caso. Los maullidos aumentaban, así que eché a andar hacia la casa aunque no tuve valor para darle un espantón.
Nunca he tenido gatos. No me he visto nunca como la clásica señora que tiene un gatito para tener compañía cercana, limpia y poco molesta. Perros sí he tenido y tengo por diferentes motivos. Nada que ver con sentirme mayor y sola.
Todo el tiempo que tardé en llegar a la casa me siguió sin parar de chillar.
Cuando llegué a la terraza me paré y lo miré fijamente.
–¿Y ahora qué?
Se planta ante mí como una estatua sin quitarme los ojos de encima y espera a que yo tome una decisión.
Estaba flaquito. Sus pequeños huesos se podían percibir a través de su piel gris platino. Y los ojos parecían saltarse de las órbitas.
Entré en la casa y me dirigí a la nevera. Saqué el bote de leche y en un pequeño recipiente puse un poco y volví a la terraza donde me esperaba el que se convertiría en okupa de mis espacios. Se tomó todo lo que le puse. Cuando terminó se tendió al sol sobre las losas calentitas y durmió un plácido sueño.
Llamé a mi hija y le conté lo que pasaba.
–Mamá, mira a ver lo que haces. Como si no tuvieras bastante.
A ella no le gustan mucho los gatos después de que su tía abuela sufriera algunos arañazos de uno que había tenido durante muchos años. Yo comprendí su preocupación.
–Hija, a este no hay quien lo eche de aquí. Ya se ha instalado.
Mi pobre hija dio un suspiro de resignación.
–Aquí no lo traigas. No quiero pensar en la que se puede armar con los perros.
–No te preocupes, se quedará aquí en la finca.
Ella colgó el teléfono ya resignada.
¿En la finca? pensé. El animalito no sólo se instaló en la terraza sino que se fue adueñando de la casa y por último de mi sofá.
Varios días más tarde descubrí que no era un gatito sino una “gatita”. Entonces comprendí el por qué de sus exigencias de okupa informada.
Desde entonces ha crecido y engordado bastante. No se mueve de la terraza aunque yo me ausente. Eso sí, cuando me voy trata de impedir mi marcha poniéndose delante de mi pies al bajar las escaleras. Aunque esté un par de días sin pasar por allí, ella no tiene problema dado que siempre le dejo suficiente comida y agua. Cuando regreso me está esperando sobre el muro o guindada en el gran ficus. Conoce ya el ruido de mi coche y baja para encontrarme. Es juguetona y cariñosa.
La he llamado “Platina” debido a su color.
A veces la encuentro con un par de invitados tomando el té. Al olor del pienso se han unido dos hermosos felinos, que seguro son sus parientes, y que nada más verme desaparecen entre las buganvillas. Ella se queda y viene a pasar su lomo por mis pies en señal de afecto.
La echaría mucho de menos si desapareciera.
Ahora soy una “señora mayor con gato”. Y a mucha honra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario